El clima en Neuquén

icon
15° Temp
88% Hum
La Mañana

Ahora, no se salva nadie

Rodrigo Conti.

El guardapolvo, la chaquetilla o la sotana son un símbolo poderoso del chaleco antibalas que maestros, médicos o curas han usado para resguardarse dentro del submundo del delito. Es que hasta las tribus más marginales tienen leyes no escritas en una especie de código de los que no tienen códigos. Y el universo del hampa alberga un lenguaje particular y hasta con sus propios límites… 
Los delincuentes eligen desoír todas las normas establecidas como marco de la organización social. No hay dudas de que saltan por encima de las leyes delimitadoras del libre albedrío individual dentro de la sociedad. E incluso de espaldas a la fe de muchos, esquivan el séptimo mandamiento, en la ley de Dios, y roban.
Roban para vivir y para sobrevivir. Roban porque quieren o porque no les queda otra. Roban porque su entorno los empujó hasta ahí o porque optaron por el camino más corto. Al fin y al cabo, quedan parados del lado de los malos en la película de la Justicia de aquí o de más allá. 
Terrenales al extremo y presos de sus propias urgencias, los criminales hacen bandera de su ley y se la tatúan en el pecho, para que se marque en la sangre. Quizá por eso, en su mundillo hay actores intocables. Y hay tres que hacen gala de ese aparente privilegio. Los maestros, los médicos y los curas entran y salen de ese submundo porque en general representan la causa noble de la enseñanza, de la salud y de la fe.
Esta vez, la noticia del robo y la paliza a un docente que resistió a los golpes y tuvo que ser frenado -porque igual quería pararse frente a sus alumnos para dar clases- nos pone de cara al espejo de esa porción de una sociedad enferma que se mira de reojo y se desconfía. No es para menos.

Lo más leído

Dejá tu comentario