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La Mañana

La guerra del fútbol

Mario Cippitelli

Hace 56 años el mundo fue testigo de una de las guerras más absurdas que se libraron en la historia de la humanidad. El Salvador y Honduras protagonizaron un choque armado que duró cien horas y tuvo su origen en un partido de fútbol. El hecho ocurrió durante las eliminatorias para el Mundial de 1970. El Salvador fue a jugar a Honduras y los hinchas locales hicieron todo lo posible para hostigar a los visitantes. No los dejaron dormir en el hotel, los medios de comunicación arengaron a las hinchadas a más no poder y el clima enrarecido se fue poniendo cada vez más denso. Aquel encuentro lo ganó el local, pero luego tuvo que ir a jugar a El Salvador. Y ocurrió exactamente lo mismo. Los medios alimentando la rivalidad y recordando viejas diferencias territoriales, los hinchas jurando venganza por aquella afrenta en Tegucigalpa. El encuentro finalizó también con victoria local, pero desencadenó una serie de enfrentamientos entre las parcialidades que comenzaron en el estadio, siguieron en las calles y se extendieron hasta las fronteras. Intervino la Policía y luego el Ejército. Del otro lado ocurrió lo mismo. El conflicto bélico no declarado, también conocido como la Guerra de las 100 horas, dejó –hasta que intervino la OEA– un saldo de entre 4000 y 6000 muertos y un número nunca determinado de heridos. Todo por un partido de fútbol. Hoy la Selección argentina se medirá con el anfitrión Chile para definir cuál de los dos se quedará con la Copa América. Las redes sociales estallaron desde que se conocieron los finalistas y no faltaron los insultos, las amenazas, las silbatinas a los himnos, los recordatorios de los medios por viejas diferencias territoriales y hasta la guerra de Malvinas. Otra vez, clima de arenga y batalla. ¿Ocurrirá hoy algo parecido a aquella absurda guerra entre dos países sudamericanos por un partido de fútbol? Todo debería indicar que no, aunque se sabe que así como en este casi medio siglo evolucionaron los pueblos y las democracias, también pasó tiempo suficiente para que se perfeccionen la miseria, el rencor y la estupidez de los hombres.

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