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La Mañana

El valor de la mirada

Con su instalación Time, el artista uruguayo Martín Sastre propuso al público donar su tiempo.

Ángeles Nieto (enviada especial)

Buenos Aires.- La preocupación por el tiempo es una constante en la obra del cineasta y artista uruguayo Martín Sastre, quien cristalizó definitivamente esa inquietud en Time, la instalación que realizó en la última edición de arteBA.
Convocado por Chandon para intervenir el espacio que funciona como la antesala al Barrio Joven (un sector impulsado por la marca desde hace 10 años y que funciona como semillero de artistas emergentes), el director del film Miss Tacuarembó (protagonizado por Natalia Oreiro) montó una pieza inquietante que reunió el video y la performance para cuestionarse sobre el valor del tiempo y el mercado del arte, transformando el momento de la contemplación en un proyecto de esponsoreo.
La propuesta fue presentada por Chandon bajo la consigna “El arte de tomarse el tiempo para celebrar”.
Capturar la mirada
En blanco y negro, y sobre las paredes de una especie de gran habitación, las imágenes de la última nevada de Nueva York (la peor tormenta registrada en casi 70 años) iban proyectándose en reversa, y en slow motion, en una suerte de relato hipnótico que se completó con un sonido capaz de capturar al espectador, aunque no sin producirle cierta extrañeza.
En el centro de la sala, un gran reloj con sensores iba registrando el tiempo que el público le dedicaba a la contemplación de la obra durante los cuatro días que se extendió la feria. Finalmente ese tiempo fue traducido en dinero y fue donado al proyecto colectivo Amigo del Interior (ver aparte).
“¿Por qué una obra tiene que ser de quien la compra y la tiene en su casa, y no de la persona que la está observando?  Entonces está bueno que un espónsor, en este caso Chandon,  pueda hacer de puente entre el espectador y el artista, sin intermediarios, ni galeristas, ni coleccionistas. El espectador experimentando la obra está alimentado al artista mediante un espónsor”, expresó el autor de obras conceptuales como U from Uruguay/ El perfume del Pepe Mujica, realizado con flores del jardín del entonces presidente de Uruguay; o la performance Volveré y seré performer, que realizó como parte de la primera Bienal de Performance de Buenos Aires y en la que 300 personas pasaron por el balcón de la Casa Rosada para experimentar lo que sintió Eva Perón cuando ofreció su último discurso en 1952.

–¿Cuál fue el disparador de esta instalación?
Fueron varias cosas. En principio cuando estaba rondando en Nueva York, que tenía que hacer un rodaje corto en distintas partes de la cuidad, decidí quedarme en el Time Square Garden porque me parecía impactante la imagen del cosmos apoderándose de un centro de la cultura occidental como ese. Como que es inevitable, vivimos relacionados con algo mucho más grande que lo que puede ser el tránsito. No me daba cuenta que estaba en medio de una tormenta tan grande, quizás si lo hubiese sabido me hubiese ido a refugiar, pero era la pulsión por filmar eso, fue mucho más fuerte, no lo pude evitar.
Por otro lado, cuando estaba viendo las imágenes que grabamos y vi los copos de nieve en “reverse”, me hicieron acordar a las burbujas del espumante.
–¿Con el uso del slow motion  hay un planteo crítico al creciente ritmo acelerado de nuestras sociedades?
No es una crítica, porque la crítica no sirve. A veces veo que genera lo contrario de lo que quiere generar, por eso a mí me gusta plantear una alternativa. Sí me llama muchísimo la atención que la gente no tiene tiempo, todos parecen grandes directivos de multinacionales. Incluso la tecnología, que supuestamente nos iba a facilitar un montón de cosas, nos limita. Y el video lo que te da es como una sensación de volver a un origen, algo como un estado anterior. Me gusta mucho la teoría del Big Bang que también plantea que va a haber un “big crunch”, que es el universo oscilante: todo lo que se está expandiendo, cuando ya no dé más, se va a contraer.
–Eso tiene que ver con cierto tono de misterio que le imprimiste a la obra.
Hay como un “suspense”. Parece que va a pasar algo todo el tiempo y después no pasa nada. Pero la vida es así, en la vida de nadie pasa nunca nada. Hay como un misterio, por ese efecto hipnótico que tienen las imágenes y la música. Para hacer la música me basé en las aproximaciones que existen sobre las resonancias de los Quartz, las partículas elementales, que supuestamente son ondas de sonido, vibraciones. Lo más loco de la materia es que es inmaterial, todo es vibración.
–¿Por qué plantear el tiempo como algo mercantilizable?
Nuestro tiempo todo el tiempo se está transformando en negocio. Pero no todo el tiempo tiene que ser productivo. Y está bueno que, supuestamente, algo que es improductivo como el arte pase a ser productivo y que lo sea para el artista. Justamente el tiempo invertido es darlo vuelta, pero también dejarlo invertido en algo. Por otro lado, el concepto del tiempo está muy relacionado con la marca, con todo el proceso de elaboración del espumante. El tema de tomarse el tiempo era lo que más me hacía relacionarlo con Chandon.
–Trabajaste con personajes históricos muy importantes. ¿Qué te llamó la atención de Pepe Mujica?
Él tiene un discurso muy interesante que dio en la ONU sobre el tiempo, de que no quería cosas materiales porque le sacan tiempo, no quería ser esclavo. Pero, además, me interesó por un montón de cosas; es un personaje único. A raíz del perfume me pasaron las cosas más raras, hablé por ejemplo  con Leonardo Di Caprio. Mujica es como una estrella mundial, de repente todo el mundo sabe dónde está Uruguay. Fue un proyecto muy interesante, y sobre todo poder estar con él, porque pasé una tarde juntando las flores.
–¿Y el proyecto de Evita en qué etapa está?
Es un retrato de Argentina a través del balcón de Eva. Ahora estamos trabajando en la edición, porque da como para hacer una película. Registramos todas las acciones y a esa gente la entrevistábamos. Todo lo que dicen es increíble y tiene lecturas muy interesante.
–¿A nivel personal qué te produjo?
Fui a una escuela pública, y allá las escuelas tienen una república hermana: yo iba a la escuela República Argentina, pero además era abanderado, iba a la embajada los 25 de mayo, los 9 de julio. Fui a recibir a (Raúl) Alfonsín cuando fue de visita oficial. Entonces, en el momento que me quedé solo, caminando por la Casa Rosada, me acordaba de niño con la bandera argentina, y de repente me di cuenta de que hay como algo inconsciente que está actuando continuamente en vos y no sabés. Me tocó una fibra patriótica, aunque sea uruguayo.
 

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