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La “cara de enojado”, un gesto clásico y universal

Cejas bajas, labios apretados y nariz abierta, una marca registrada.

Buenos Aires
Las cejas bajas, los labios más finos, los orificios de la nariz abiertos. Así los científicos describen la “cara de enojado”, un gesto que al parecer es parte de nuestra biología básica como seres humanos. Cualquiera es capaz de reconocerla. Esta expresión se repite en todas las culturas del mundo e incluso los niños que han nacido con ceguera congénita la utilizan sin haberla visto antes. La expresión de enojo emplea siete grupos de músculos distintos que se contraen de manera altamente estereotipada. Investigadores de la Universidad de California en Santa Bárbara y la de Griffith en Australia han intentado comprender por qué la evolución eligió esas contracciones musculares particulares para señalar el estado emocional de “pocas pulgas”.
Una investigación anterior del mismo equipo sugería que el enfado se desarrolló para motivar el comportamiento de negociación durante los conflictos de interés. Cuanto mayor es el daño que un individuo puede infligir, más poder de negociación ejerce. Este principio general de negociación a través de la amenaza también se aplica a los seres humanos.
“Los hombres más fuertes se enfadan más fácilmente, luchan más a menudo, se sienten con derecho a un mejor trato, a resolver los conflictos en su propio favor y son más partidarios de las soluciones militares que los hombres físicamente débiles”, explica John Tooby, profesor de antropología en Santa Bárbara.
Partiendo de la hipótesis de que el enojo es una emoción de negociación, los investigadores pensaron que el primer paso es comunicar a la otra parte que el evento que desencadena el enojo no es aceptable, y que el conflicto no terminará hasta que se alcance un acuerdo implícito. Esto, dicen, es la razón por la que esa emoción tiene una expresión facial asociada. “Pero la cara de enojado no solo señala el inicio de un conflicto -dice Aaron Sell, experto en criminología de la universidad australiana-, cada elemento está diseñado para ayudar a intimidar a los demás, haciendo que el individuo enojado parezca más capaz de infligir daño si no es apaciguado”.
Para nuestros antepasados, una mayor fuerza corporal daba lugar a una mayor capacidad para causar daño, por lo que la hipótesis que manejaban los investigadores era que la cara de enfado hace que una persona se vea más fuerte.

Exhibición
Utilizando caras generadas por computadoras, los investigadores demostraron que cada uno de los componentes individuales de la cara de enojado hacían que aquellas personas parecieran físicamente más fuertes. Por ejemplo, la característica más común de la cara enfadada es la ceja baja. Los investigadores tomaron una imagen computarizada de un rostro humano promedio y luego la transformaron digitalmente de dos maneras: una foto mostraba las cejas hacia abajo y la otra, las cejas hacia arriba. Solo con esa diferencia, el rostro ya parecía enojado. Cuando las dos caras se mostraron a voluntarios, estos señalaron la de las cejas bajas como la de un hombre físicamente más fuerte.
El experimento se repitió con cada uno de los otros componentes principales de la cara clásica de enojo: pómulos levantados (como en un gruñido), labios apretados, la boca elevada (como en desafío), la nariz hinchada y la barbilla empujada hacia arriba y afuera.
Como los científicos predecían, la presencia por sí misma de cualquiera de estas contracciones musculares llevó a los observadores a juzgar que la persona con esa cara era físicamente más fuerte.
“Dado que las personas que son juzgadas como más fuertes tienden, en igualdad de circunstancias, a salirse con la suya con más frecuencia, concluimos que la explicación de la evolución de la forma de la cara humana enojada es sorprendentemente simple: se trata de una exhibición de amenaza”, aclara Sell. Estas amenazas consisten en exageraciones de señales de capacidad de lucha, al igual que una rana se hincha o un mono enseña sus dientes.

 

Los músculos de la cara

El enojo o la ira provoca que el músculo se tuerza. Tenemos la mirada fija, las cejas juntas y hacia abajo y tendencia a apretar los dientes. Son varios los músculos que intervienen durante la gesticulación del enfado: superciliar, orbicular del ojo, piramidal, elevador propio, cuadro de la barba, triangular, borla y cutáneo cuello, entre otros de un total de 43. Con el enojo se produce un desequilibrio en el funcionamiento de todos estos músculos. Esta inhibición se relaciona con la falta de densidad del músculo, menos irrigación sanguínea, letargo de la tonicidad muscular, dolor de la mandíbula, arruga del entrecejo y la parte superior de la nariz, expresión negativa y distanciamiento con las personas. Por el contrario, cuando estos músculos están bien entrenados, la persona tiene una gran fortaleza y ayuda a que no se marquen los surcos nasogenianos, la arruga del entrecejo y no se arrugue la barbilla.

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