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La Mañana

Darín: "Es más simple la polémica que ponerse a pensar”

Relato salvaje. Es el actor argentino más taquillero, y el más famoso en el mundo. A tono con la nueva película de Szifrón que protagoniza, dice que el sistema es perverso e injusto y que hay que estar atentos para no explotar. Aunque aclara: “Soy positivo”.

PAULA BISTAGNINO
ESPECIAL

Ricardo Darín sabe muy bien de qué se trata esto de dar decenas y decenas de entrevistas, fotos y notas cada vez que va a estrenar una película: jornadas enteras, producciones, rondas de prensa, llamados telefónicos constantes. Y lo hace con más profesionalismo y paciencia que la mayoría de sus colegas: simpático, sencillo y amable, el actor argentino más famoso dentro y fuera de la Argentina, el ganador del Oscar, el más convocante del cine local, se dispone a charlar como si fuera la primera vez que le hacen la misma pregunta. Y, además de decir lo de rigor, siempre va por más: para él, aun cuando sus opiniones muchas veces le hayan traído ciertas polémicas, si no hay reflexión, si no se puede pensar, “no hay nada”. “Este tipo es muy inteligente. Pero muy inteligente”, repite sobre Damián Szifrón, el director de Relatos Salvajes, con el que nunca antes había trabajado y con el que no tuvo que esforzarse mucho para tenerlo entre los protagonistas de su nueva película, la tercera que dirige.

¿Te parece que es una película para la polémica?
Creo que es una película para la reflexión. El problema es que a mucha gente le parece más simple armar polémica en lugar de ponerse a pensar. Creo que seguro habrá energúmenos que empiecen a acusar a una película que no es más que ficción de hacer apología del delito, de la venganza, del ojo por ojo. Y lo que yo creo, habiendo trabajado en ella, habiendo conversado mucho con el director y también viéndola como espectador, es que la propuesta es exactamente la contraria: lo que hace es desafiarse a ir más allá del punto ese en el que el sentido común o el cálculo costo-beneficio nos hace frenar a la mayoría de los humanos ante el deseo de la violencia o la justicia por mano propia. Pero, como dice Szifrón, frenar tiene un precio también.

¿Es el germen de la violencia?
Internamente vamos acumulando, juntando una capa sobre otra y otra más, y terminamos reaccionando de la manera más injusta  en el momento más inoportuno y con la persona menos indicada. Y nos convertimos exactamente en lo mismo que criticamos, porque todos somos víctimas y rehenes del mismo sistema.

¿Te sentís identificado con esa impotencia de tu personaje frente al maltrato burocrático?
En Argentina, y creo que en toda América Latina, el ciudadano común, el de a pie, el que no tiene contactos ni amigos en el poder, el que no tiene tarjetas que le dan privilegios, cada vez que necesita ser escuchado por una empresa o una institución se enfrenta a la perversión del sistema en el que vivimos: un sistema nefasto que se inventó y funciona de manera tal que uno primero tiene que cumplir con las obligaciones y después, con mucha suerte, a lo mejor recibe una respuesta: bancos, telefónicas, empresas de servicios y organizaciones del Estado que están muy cerca de estar pisando y avasallando derechos ciudadanos, lo saben y no les importa. Y el que paga siempre es el más débil. Y da igual si tenés una urgencia, si te están cagando la vida o si podés esperar. Esa injusticia cotidiana lleva a la violencia.

¿Estamos acostumbrándonos a la violencia?
Un poco sí. La noticia de que un tipo le disparó a otro que iba con su familia a correr una maratón un domingo a la mañana de sol por una pelea de tránsito pasó en dos días. Estamos bombardeados de hechos como estos. Y lo más grave es que se convierta en algo común, porque tendemos a creer que lo común es natural. Todos los días uno se despierta y el día más feliz es el que no está lleno de malas noticias, injusticias y desastres. Todo eso lo llevamos en la mochila. Te hagas o no el enfocado, lo cargás. Hay que tener conciencia de eso para mantenerse lo más calmo posible, poder pensar y contribuir a todo lo contrario de lo que es la violencia. Siempre estamos al borde del desborde, por esto del maltrato cotidiano. Y creo que estamos mal cuando solo medimos la violencia por lo físico: uno se asusta o frena cuando sangra; ahora, si vos tenés un dolor psicológico o emocional en el medio del pecho, nadie lo considera. Pero hay una acumulación de angustia, bronca, impotencia que lleva a la explosión. Y si no es explosión es implosión.

Invisible…
La invisibilidad es el peor de los ninguneos. No quiero llevar esto a otros terrenos porque sería capcioso, pero los reclamos se hacen notorios cuando a alguien se le sale la cadena. No tenemos el ejercicio de detectar la parte germinal de la violencia. Condenamos al que destruye otro auto con un bate sin saber por qué lo hace. No justifico eso, claro. Pero antes de eso nadie se da cuenta ni se preocupa. Eso es acostumbrarse también, a reprimirse, a aguantar y a que cada tanto alguien explote.

¿Sos optimista?
No soy optimista, pero soy positivo. Si vos y yo estamos hablando ahora acá es porque hemos superado como especie todos los obstáculos. Si hubiéramos atendido pura y exclusivamente a todos los energúmenos que se han dedicado a hacer guerras, a destruir poblaciones y asesinar gente… Por otro corredor, paralelo o perpendicular, hay toda una movida de gente que mira para adelante y que siente. Mientras estamos acá hablando de una película, una persona que no tienen nada en una villa le da de comer a los chicos. Entonces hay futuro ahí. El tema es que lo más poderoso caga todo. Es como con los medios: hablan de las villas estigmatizando… Yo tuve la suerte de trabajar tres meses en una y comprobar que el 99% de la gente es honesta y trabajadora, y paga el pato por un 1% que hace cagadas. Esto es lo mismo: el mundo no es una mierda, pero hay un mínimo porcentaje que sí, que suele coincidir con los que tienen el poder. Me alegro de estar en esta parte paralela y creer en nosotros.

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