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La Mañana

Fugas, ese dolor de cabeza

Mauro Villanueva

Mauro Villanueva

Las fugas de presos han sido y son un constante dolor de cabeza para las autoridades policiales y judiciales de la provincia de Neuquén. Es que, en muchas ocasiones, las formas y las originales metodologías dejaron en ridículo a los responsables de la custodia de los detenidos o condenados. Una de las más recordadas, si no la más, es sin dudas la cinematográfica fuga que protagonizó en septiembre de 2013 Luis Aboy, el asesino de las hermanas Olga y Teresa Buamscha, quien salió de la Unidad de Detención 11 oculto en el interior de un exhibidor de tortas que había sido construido en el taller de carpintería del penal. Otro singular escape fue el que protagonizó en marzo de este año un preso de la U11 que había logrado un permiso para ir a comer con su abuela a una chacra en Plottier: durante el almuerzo se levantó de la mesa y se fue corriendo. Los custodios lo persiguieron pero no lograron darle alcance. Con pocos días de diferencia, cuatro condenados por homicidio se fugaron de la cárcel provincial. Lo particular del caso es que lo hicieron por un boquete de unos 75 centímetros que realizaron en una celda clausurada y “cerrada” con candado del pabellón Uno. Además, un celador de otro pabellón los vio pero no pudo activar la alarma: no funcionaba. Un dato extra es que uno de los evadidos es rengo y lo apodan “La tortuga”. La fuga de ayer no fue, tal vez, tan espectacular como las anteriores, pero estaba claramente ideada de antemano y también resultó exitosa. El papel del cómplice que redujo al custodio fue fundamental. El policía que estaba al resguardo del acusado de matar a su mujer de un escopetazo no tuvo culpa alguna en el audaz escape: fue víctima de un factor inesperado. De todos modos -otra singularidad de Neuquén- es que la mayoría de las fugas terminan con los evadidos otra vez entre rejas.

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