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La Mañana

Una tarde de calor por la interminable costa del Limay

Los balnearios capitalinos reciben a miles de visitantes todos los días.

Mario Cippitelli
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NEUQUÉN
El balneario Sandra Canale se convirtió en un gran espacio ideal para la familia. Hombres, mujeres y chicos de todas las edades pasan las largas tardes de verano aprovechando la tranquilidad de las aguas y del extenso bosque que hay en los alrededores que dan sombra y un poco de fresco cuando el sol se vuelve insoportable.
Los vendedores ambulantes corean sus productos entre los bañistas. Lo hacen con un tono característico que se destaca del bullicio generalizado. Andan con carros o con enormes canastos. La gente compra cuando cae la tarde para acompañar el mate y los refrescos.
Una extensa fila de autos se estaciona bordeando el camino que serpentea por todo el espacio. Otros descansan indiscretos sobre los límites alambrados del barrio privado Costa Río, que recién comenzó a desarrollarse en un gran espacio verde y abierto.
Varios kilómetros aguas abajo, el tradicional balneario Río Grande alberga a una gran cantidad de personas, en su mayoría jóvenes. Desde que se remodeló, el espacio tiene mayor capacidad con sus plazoletas verdes y veredas, por lo que es aprovechado en cada centímetro por los cientos de bañistas que concurren.
El agua pasa mansa en su brazo principal. Bautizado con ese nombre cuando el Limay no estaba regulado por las cinco represas de la actualidad, ahora se muestra menos impetuoso, aunque los puestos de guardavidas están atentos ante cualquier emergencia.
“Hoy se trabajó poco”, lamenta Ricardo “el Riojano”, acostumbrado al sol de 20 temporadas. “La gente no se suelta”, rezonga mientras tira el carro repleto de churros, roscas y bombitas fritas. Asegura que con el pago de los aguinaldos cambiará la suerte.
El target del Riojano son las familias. Pero la tarde está repleta de jóvenes, mucho más gasoleros y acostumbrados a pasar las horas con mate y –a lo sumo– con algún refresco. Por eso las ventas no son buenas.
Sobre el final de la calle Democracia aparecen las primeras familias con chicos. Juegan a la pelota, se bañan. Eso sí, piden todo lo que ven. Lo sabe Humilde Flores, un hombre de 68 años que también camina la costa vendiendo pelotas desde hace varias temporadas. Cuando tiene suerte puede llegar a vender 20, de los dos tamaños: las chicas a 40 pesos; las grandes, a 60.
A pocos metros, puente de por medio, comienza el Paseo de la Costa. El enorme espacio sembrado de césped reúne a todo tipo de gente. Hay familias, hay grupos de amigos y hay algunos solitarios leyendo a la sombra.
En esta parte del Limay está prohibido bañarse por el peligro que representa el río. Los carteles lo advierten, pero la gente se mete igual, desoyendo las indicaciones y desafiando la muerte.
Dos oficiales de Prefectura patrullan la zona en un cuatriciclo. Van de una punta a la otra, hasta que termina el paseo y comienzan a levantarse dos edificios que tienen una vista privilegiada.
El paseo sigue hasta que los caminos arenosos obligan a retirarse para encontrar al último espacio de recreación pública y tan tradicional como el Río Grande: el Municipal.
Convocante en todas las épocas desde que se construyó con sus características escalinatas, el balneario tiene su propia impronta. Decenas de parrillas son ocupadas por familias y grupos de amigos desde temprano, especialmente los fines de semana, para pasar todo el día cerca del río, pero con mucha sombra.
El Municipal es el balneario más popular, el que lleva el nombre de Albino Cotro, uno de los primeros colaboradores del intendente Amaranto Suárez, en la década del ‘30.
Como el resto de los espacios de recreación, el balneario trae poca agua. Tan poca que no llega a tapar el primer escalón y que deja ver una enorme colonia de algas.
En todo su recorrido por la ciudad, el Limay regala frescura en los balnearios durante los días de calor sofocante. Después de pasar por este espacio, el río gira a la derecha y sigue camino al este, recorriendo islas y bañando costas hasta que finalmente llegue a la Confluencia con el Neuquén. A partir de allí tendrá otro nombre y otro destino. Se llamará Río Negro y tendrá un largo recorrido hasta llegar al mar.

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