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Mirá a los neuquinos que se preparan para el Aconcagua

Hay chicos y profesionales. Buscarán llegar a la cima el 10 de enero.

 

NEUQUÉN
El 10 de enero de 2015, a casi 7.000 metros de altura, un grupo de expedicionarios intentará llegar a la cumbre del Aconcagua ante las condiciones más adversas: temperaturas que oscilarán los 25 grados bajo cero, cansancio, falta de lucidez, hambre y una fatiga persistente.
Desde hace un año, este grupo de 30 neuquinos realiza una preparación especial para enfrentar un inusual desafío debido a la cantidad de integrantes que tendrá la aventura. “Desde que comenzamos a tramitar permisos y mulas, a la gente de esa zona comenzó a llamarle mucho la atención el número de participantes. Están muy sorprendidos”, cuenta Toni Rodríguez, el responsable del contingente y referente de la asociación de escalada y montañismo, Agreste Sur, que realiza sus actividades en el Club Alta Barda.
La idea surgió como una forma de festejar los 20 años de la asociación. “Queríamos hacer algo memorable, que no se haga habitualmente ni acá ni en ningún lado. Ir a una montaña del Himalaya era una linda opción, pero por una cuestión presupuestaria era una opción solo apta para muy poca gente. Y la posibilidad de ir al Aconcagua con una expedición numerosa es algo muy poco habitual”, explicó Rodríguez, quien subió 23 veces a la cumbre, y en 16 oportunidades lo hizo al frente de las expediciones.
A diferencia de las expediciones guiadas, ellos irán por la denominada “Travesía de los Polacos”, un acceso al parque no muy utilizado a través del río Vacas. Para llegar a la montaña por ese trayecto hay que caminar tres días y más de 60 kilómetros, la mayoría de ellos entre la nieve. “Lo elegimos porque conserva un poco más de ese espíritu montañero, más primigenio”, explicó Rodríguez.
El grupo está integrado por personas formadas en la actividad de montaña y con la capacidad de “hacer la expedición solos”, ya que no es guiada. Sin embargo, hay una gran diversidad en el equipo que afrontará el desafío. Desde chicos de 17 años hasta profesionales que este año recién se iniciaron en el camino del montañismo. “Hay ingenieros, médicos, carpinteros y agricultores, entre otros. Y cada uno va a llevar a la expedición parte de ese oficio o profesión porque su vida está formada por eso”, explicó.
También formará parte del equipo una mujer que sufrió un accidente siendo muy joven y que con el tiempo perdió completamente la audición. Logró recuperarla tras un implante coclear pero tiene algunas dificultades de equilibrio. “Le cuesta el doble o el triple que a una persona sin problemas”, dijo Rodríguez, quien agregó que ella es la que empezó de más abajo. “Empezó con miedo hasta para correr por la barda, y hace un año que ya está con nosotros. Ha subido montañas y escalado con nieve. Tuvo un proceso impresionante. Es una muestra clara de que la voluntad se impone a otras dificultades. Si uno tiene voluntad, dedicación y un cambio importante de actitud, no hay ninguna traba que no se puede superar. Ella es un ejemplo viviente de eso”, aclaró.
Sin embargo, en el grupo también hay varios expedicionarios “fuertes”, como los denomina Rodríguez. Entre ellos está Hernán Carracedo, quien llegó a la cima del Everest -el pico más alto del mundo- en 2012. “Él va a ser un instrumento motivador importante porque para llegar a esa cumbre sufrió muchísimo. Y creo que de ese sufrimiento tiene mucho para decir, especialmente en momentos en que un expedicionario está cansado y piensa que no va a poder”, mencionó el referente del grupo.
Todos entrenan (ver recuadro) con un plan especial para poder llegar de la mejor forma posible a lo que consideran el momento clave: el 10 de enero.
“Tenemos que estar a las 4 de la mañana caminando en la oscuridad más absoluta, a 6.000 metros de altura y con temperaturas de 25 grados bajo cero. Ese es el ataque final. Todo lo que hicimos durante el año es para esas horas que nos separan de la cumbre”, concluyó Rodríguez.

Cómo se entrenan para hacer real el sueño

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La preparación física y mental para afrontar el ascenso de una montaña que roza los 7.000 metros no es sencilla. Cada uno de los participantes tiene desde hace meses un programa de entrenamiento que cada uno realiza en base a sus posibilidades horarias. Dentro de este plan, se incluyen tanto los entrenamientos de fuerza como los de resistencia pura.
En el caso de resistencia, cada uno de los expedicionarios busca conseguir un buen fondo aérobico en base a sumar minutos de bicicleta y trote. Sin embargo, el entrenamiento de fuerza está basado en el denominado método Primates. Dos veces por semana, en un céntrico espacio que ofrece la barda neuquina, el grupo busca llegar de la mejor manera física a través de esta metodología. Tomando los aportes de George Herbet y su método del entrenamiento natural, sumando los conceptos del Cross Fit, este entrenamiento se ajusta a la demanda que implica una expedición.
Dividida en varias estaciones, el entrenamiento incluye trote, trepar a través de cuerdas, abdominales, saltos y pesas, entre otras aristas. “Lo que se busca es fortalecer el tren superior, mejorar el equilibrio y reunir varios gestos motrices en una sola jornada, lo cual es muy diferente a trotar porque sólo te da un fondo aeróbico”, cuenta Rodríguez. Entre otros aspectos, también busca mejorar la intrepidez del deportista. “Crea las mejores condiciones para enfrenar la insidiosa hostilidad y el aislamiento de los más bellos y extremos escenarios naturales.

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