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La Mañana

Un desborde de felicidad

Neuquén > En un clima totalmente festivo donde de principio a fin nadie dejó una sola canción sin cantar, Las Pastillas del Abuelo ratificaron que en esta parte del sur el corazón de miles de veinteañeros neuquinos -y menos también- late al ritmo de su música. Ante más de dos mil personas la banda llegó el último sábado por primera vez al gimnasio del Parque Central, un reducto que marcó el crecimiento y nivel de convocatoria que tiene, ya que  hace dos o tres años sus visitas fueron en reducto mucho más chico.
En más de una hora y media la agrupación regaló un concierto sin fisuras que tuvo a la “familia pastillera” -como se autodenominan en todo el país-  conectada y viviendo grandes picos de emotividad.
La fórmula de Las Pastillas es efectiva: primero tiene un abanico amplio de sonidos que les permite navegar por el ska, reggae, rock, blues y hasta alguna que otra base con ritmo de chacarera o jazz. Después, en ese combo de tipos sencillos que están lejos de la pose de rockstar, en escena tiene a Piti Fernández: un cantante carismático con cara de bonachón dueño de un discurso con vuelo poético para contar historias al mejor estilo Joaquín Sabina, referente absoluto e ídolo del cantante.
Con remera blanca con  la cara de Pugliese en el pecho como estampa -el maestro trae suerte, según sentencian muchos músicos argentinos- el Piti hizo un recorrido por varios  su extenso repertorio. Tomó a “Desafíos” (2010)  para “pegarle” a los medios que desinforman” en “Viles medios!” y se puso la camiseta oficialista para repartir palo para los gobernantes “que manejan los hilos como un club de fútbol” con “Gobiernos procaces!”. A la hora de hablar de amores y desencuentros se fue a “Lo más fino” del disco "Por colectora" (2005) y  “Amar y envejecer” (Las Pastillas del Abuelo, 2006).
Si hay algo que caracteriza a Las Pastillas es que cada una de sus canciones no goza de estribillos pegadizos o hit radiales. Sin embargo, existen esos clásicos que la misma gente se encargó de hacerlos himnos. Entonces entrando en la recta final no faltaron “Osiris” y “Otra Vuelta de tuerca”.     
A veces con recetas clásicas las atmósferas fueron  variando mientras en el campo los pastilleros se encargaron de hacer la fiesta. Y la hicieron con ese sello que ya se inculcó en cada show que da la banda: no faltaron los globos de colores y mucho menos las narices de payaso rojas que algunos lucieron con orgullo.
En camino al estadio cubierto del Bicentenario y con dos discos proyectados para 2014, Las Pastillas del Abuelo una vez más pasaron triunfantes por suelo neuquino y nuevamente fueron acogidos por la energía y el sentimiento de su gente, que fue puro sentimiento y explotó de felicidad. (L.C.)

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