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La Mañana

Escritora universal

María Teresa Andruetto obtuvo recientemente el premio Hans Christian Andersen, considerado como el “Nobel de la Literatura Infantil”. A 30 años de su inicio en la literatura, reivindica su condición de escritora para todas las edades.

Por Lucas Benjamin

Buenos Aires > María Teresa Andruetto nació un 26 de enero de 1954 en Arroyo Cabral, un pequeño pueblo del centro de la provincia de Córdoba. El devenir de su escritura la sitúa hoy, a los 58 años, como una de las más destacadas escritoras de la escena nacional.

Entre sus más recientes reconocimientos se encuentra el premio Hans Christian Andersen, otorgado por la Organización Internacional para el Libro Juvenil, el máximo galardón para aquellos narradores vinculados con la literatura infanto-juvenil.

En la 38ª Feria del Libro de Buenos Aires, la co fundadora del Centro de Difusión e Investigación de Literatura Infantil y Juvenil, presentó junto con Lila Lardone, “Ribak, Reedson, Rivera. Conversaciones con Andrés Rivera”, un libro que juntas escribieron sobre el autor de “La revolución es un sueño eterno”, novela que lo hizo ganador del Premio Nacional de Literatura.

A treinta años de su inicio en la escritura, la autora de Tama, obra con la cual obtuvo el Premio Luis de Tejeda, vive intensamente el oficio y desde la tranquilidad de su casa en las sierras cordobesas continúa construyendo historias que, con su fina estética, oportunamente contará.

De un día para el otro apareció tu nombre en todos los medios de prensa por el Andersen 2012, ¿Cómo recibiste ese reconocimiento?

Estoy muy contenta, lo recibí con mucha alegría y con un gran revuelo interior.  Tuvo mucha repercusión en la prensa, tanto de mi provincia como en la nacional. Creo que lo más importante de todo es que me significa una puerta a nuevos libros y a nuevas traducciones.

Hace muchos años que te desempeñas como escritora, ¿Dónde has tratado de hacer hincapié al momento de llevar adelante la profesión?

He trabajado mucho en la formación de lectores y he tenido un trato muy intenso con los docentes también. Es un público con el que me siento cómodo porque he dado clases. Tiene una profunda relación con la escritura porque me permite comunicarme muy fuertemente con los lectores. Lo que no me es tan cómodo es la cuestión del escritor como una pose, sino lo que me interesa es la condición real del escritor, que es alguien que escribe y comparte formando parte de una red donde los lectores son muy importantes.

Estás muy emparentada a la literatura infantil pese a que comenzaste escribiendo para adultos, ¿Cómo convivís con esa especie de rótulo?

Yo escribo, no necesariamente se para quienes. Eso se termina de ver cuando el libro está terminado, cuando lo acerco a uno o a otro editor. Creo que la literatura infantil no siempre es una categoría de la escritura, a veces es una categoría de la edición y otras veces de la mediación de alguien que interviene formando al lector o a veces del editor que elige ciertos textos a los que le da una forma editorial que lo hace amable para un lector joven.

Creo que lo que pasó en mi caso fue que mis libros para niños circularon en editoriales nacionales antes que mis libros para adultos, eso hizo que sea más visibilizada como una escritora para niños.

De alguna manera los tiempos fueron cambiando y ahora es más fácil que los mensajes desde el interior lleguen a más lugares, ¿Creés que la escritura se ha ido federalizando?

En el caso particular de Córdoba, creo que la provincia está en un momento privilegiado, hay mucha producción, mucho cine cordobés, mucha narración de cuentos, teatro, plástica, música. Me parece que se ha ido nacionalizando todo. Creo ya no somos sólo escritores de una provincia. Internet y el crecimiento de las editoriales ha permitido un cierto desarrollo. Hay canales de intercambio que favorecen esta situación, hay más encuentros. Antes era todo en Buenos Aires. Ahora se puede escribir desde nuestro lugar. Me parece que ahora se puede ser un escritor nacional desde otro lugar que no sea Buenos Aires.

Creo que eso también nos permite mirar a otros países de Latinoamérica cuando antes la mirada iba siempre para Europa. Pero aún nos falta saber cómo escriben en muchos lados, los cuentistas tenemos que aprender mucho de los poetas en el modo de hacer circular la obra, como por ejemplo los blogs u otros canales.

Recién remarcaste como una cuenta pendiente optimizar el proceso de distribución de las obras, ¿Cuál pensas que podría ser una alternativa?

Creo que la crisis del 2001hizo que empezaran a surgir muchos proyectos de autogestión. Pienso que es fundamental que los escritores desarrollemos el tema de la distribución. Uniéndonos se puede hacer un pack que facilite el tema. Hay que agitar un poco las energías para que se cree la necesidad.

Tal vez sería bueno un colectivo de editores para que entre todos el mecanismo sea más ágil, pero hay que invertir e intervenir. Las distribuidoras se mueven en grandes volúmenes y a las más chicas se les complica. Se podría hacer una especie del Club del Libro, elegir un libro por mes, que la gente se asocie y reciba una obra por mes elegido y valorado por las editoriales más chicas, en fin, estrategias de circulación.

Vivís en un lugar rodeada de sierras, ¿Cómo influye esa cotidianeidad en tu obra?

Tengo  una vida muy tranquila y bastante cómoda comparado con tiempos anteriores. No necesito tener otro trabajo para vivir. Vivo con Alberto, mi marido, mis hijas ya están grandes y con sus vidas armadas. Creo que es una sucesión de cosas, me parece que tiene más que ver el modo de vida que también coincide con vivir en ese lugar. Hace diez años que vivo en Cabana y tengo una edad que no es la de mayor esfuerzo por sostener una casa y criar hijos. Es una vida más aliviada en otras cuestiones de la existencia.

Pasaron treinta años desde tus primeros pasos en el oficio y sos dueña de un gran recorrido en literatura de nuestro país, ¿Cómo analizas éste presente?

Si me hubieras dicho treinta años atrás todo esto que me está sucediendo, cuando yo tenía veintiocho, no lo hubiese creído jamás. No creía poder siquiera publicar alguna vez porque hace treinta años yo tenía que esperar todavía doce años para empezar a publicar. Mi proceso de publicación y visibilización de lo que publicaba fue muy lento. Soñaba con alguna vez terminar una novela que estaba empezando en ese momento, que después fue Tama, con la que gané el premio Tejeda, que lo gané en el 1992 y salió publicado en 1993 cuando yo ya tenía 39 años. Ni en mis más remotos sueños imaginaba algo así.

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