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La Mañana

Ocho formas de maridar un Torrontés

La variedad blanca que representa a la Argentina en el mundo es un enigma para los argentinos a la hora de la mesa. Estos son los ocho platos típicamente argentos con los que un Torrontés es ley.

Por Joaquín Hidalgo

Alguien algún día tendrá que explicar por qué los argentinos tenemos una suerte de exitismo nacional for import: todo lo que a ojos de los extranjeros resulta atractivo y autóctono, lo adoptamos como botón de marca en el acto, aún cuando llevemos décadas olvidando a la cosa en cuestión. Eso sucedió con el Malbec y es, precisamente, lo que pasa ahora con el Torrontés, cuando sus ventas crecientes en EE.UU. lo pusieron de moda a nivel local. Y ahora nos preguntamos: ¿cómo catzo se bebe este blanco aromático que nos resulta tan extraño y a la vez destacablemente nacional? Vayan ocho ideas bien criollas.

Torrontés y fiambres: en las clásicas picaditas de chorizo de campo y pan casero, el blanco más aromático del vino argentino encontrará un casillero vacante esperándolo. Es que el especiado de un buen picado grueso encuentra contrapunto en la carga floral del Torrontés. Etchart y Santa Florentina 2011 son los candidatos naturales, por precio y tradición. Cualquiera sea el caso, no desprecie multiplicar los puntos del plan con un jamón crudo o una bresaola.

Torrontés y quesos: háganos caso, después de una cena, justo antes del postre, sirva una tablita de quesos como quien no quiere la cosa. Idealmente debe haber Brie, Morbier y Ementhal. Con una copa fría de un blanco como Amalaya 2011 o Alta Vista Premium 2010 tiene, además de una propuestas sofisticada, un combo de sabor insuperable. Para más, póngase el poncho rojo de Güemes y súmele el muy salteño quesillo y cuaresmillo (si consigue, claro).

Torrontés y pastas es una de las combinaciones menos exploradas. No obstante, prepare unos orechiette con brócoli, ajo, oliva y una cucharada de queso crema y ya: tendrá un lujo de plato que se prepara en 10 minutos. Recuerde agregar un chorrito de Callia Reserve 2010 durante la rápida cocción de la salsa. Bébase el resto de la botella mientras el plato humea bajo sus narices.

Torrontés y postres resulta, por definición, un plan goloso. Con una porción de torta de ricota es medio plan; con una selva negra es plan y medio. Sin embargo, con lo que mejor va un espumante Deseado 2011 es con unas garrapiñadas, una ensalada de frutas o con unos bombones de verdadero chocolate. Agende.

Torrontés y carnes rojas. Dígale no al prejuicio. Vénsalo. Supere ese mandato que dice “tintos con carnes rojas” y emprenda con sumo placer la ingesta de un bife angosto a la plancha –bien jugoso, apenas tocado por diente de ajo y con ají molido- junto a una copa de Etchart Cafayate o Elementos, ambos 2011. Complete el combo con unas papas hervidas con cáscara, hilo de oliva y romero fresco.

Torrontés y carnes blancas es, en la mente del argentino promedio, un acuerdo básico. Y ojo, que aquí nos referimos al pollo casi exclusivamente –u otras variantes aladas- y no hablamos de escamados animales subacuáticos. Pruebe una pechuga adobada con limón y romero; pruebe con un poco de mostaza en semillas; pruebe con cebolla de verdeo. Cualquiera sea la elección, beba Lorca Fantasía 2011 y dese un gusto poético.

Torrontés y ensaladas resulta una obviedad. Pero atento: hablamos de un suculento guacamole, con tres paltas Hass, 250g de tomates cherries, una cebolla de verdeo y medio morrón trozado en mini daditos; todo bien condimentado con limón, oliva, ají picante y pimienta. Prepare unas tostadas, consiga nachos, busque algo crocante y riéguelo todo con Don David 2010 o Laborum 2011.

Torrontés y pizza es la más exóticas de las combinaciones para un argentino promedio quien, erróneamente, sostiene que la cerveza es la mejor amigo de la pizza. Inténtelo con una pizza margerita, o una de rúcula, o unas lisas y llanas mozzarella y fugazzeta. Otro mundo lo espera. Y no deje pasar la oportunidad de acompañarlas con Finca Las Nubes 2011 o Terrazas Reserva 2010.

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