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La Mañana

"El sistema presidencialista ya está agotado"

El juez de la Corte Suprema Eugenio Zaffaroni defiende la necesidad de hacer una reforma de la Constitución para que Argentina adopte el parlamentarismo.

Por PAULA BISTAGNINO

Lejos de la suntuosidad que impone su  gran despacho, en el cuarto piso del Palacio de Tribunales porteño, y de la formalidad que se desprende de su cargo, Raúl Eugenio Zaffaroni no tiene las maneras que indica el estereotipo del juez de la Corte Suprema de la Nación. Habla bajo, pausado y mucho más cerca de la informalidad cotidiana de la ciudadanía que de los libros que ha leído por miles y escrito de a decenas. Así es como responde su hotmail aceptando entrevistas él mismo y con “Un abrazo. Raúl” como única firma al pie ante cualquier desconocido. En persona, es desacartonado sin perder la elegancia, amable e incluso algo tímido. Sabe acortar la distancia que naturalmente se impone en sus interlocutores. Y es capaz de pedir disculpas porque se demoró la nota por una audiencia pública cuando en realidad éramos nosotros los que habíamos llegado media hora tarde a la cita. La explicación es simple y la da él mismo cuando avisa que, digan lo que digan, seguirá opinando sobre política y manifestando su apoyo a las políticas de Estado con las que acuerda: “Antes de ser juez, soy un ciudadano y, como tal, no me privo de decir lo que pienso. De ahí, a que me manejen por teléfono, hay una gran diferencia”, dice. Y, sobre las acusaciones de que “es un juez militante”, responde: “Yo creo que todo jurista tiene que ser militante. Si no, no es jurista. Alguien que se limita a hacer lógica jurídica puede ser muy interesante, pero creo que el derecho siempre es lucha. Como decía Rudolf von Ihering, “La lucha por el derecho”. El derecho no es algo que un monarca gracioso concede. Si no que se va consiguiendo. Y se va consiguiendo con lucha. Y, como decía el propio Ihering, hay veces en que los pueblos son como los herederos que dilapidan la fortuna que recibieron, porque no conocen el esfuerzo de juntarla. Con los derechos pasa lo mismo: a veces se olvida el esfuerzo que llevó conseguirlos, y entonces, se cree que son naturales y se dilapidan”.  
Una vez más, su postura a favor del avance de Argentina hacia un sistema parlamentarista al estilo europeo fue interpretada como un guiño a favor del Gobierno.
No me llama la atención en lo más mínimo. En medio de una campaña electoral, cada uno tira con lo que tiene a mano. Y mientras tiren con cosas como “juez militante”, no pasa nada. El problema es cuando tiran con cadáveres. Pero, afortunadamente, eso no está sucediendo y se entiende que lo que se dice en campaña responde a la lógica de la competencia esencial de la política.
 
No con cadáveres, pero sí con departamentos alquilados a prostitutas y una cuenta en Suiza. ¿Qué explicación le da a esto?
Lo de los departamentos se trató de una clara maniobra política y ya hablé suficiente sobre de dónde vino y qué buscaban. Así que prefiero dejarlo ahí porque sino encima les hago el juego. Respecto de lo de la cuenta en Suiza, era otra maniobra pero que pude abortarla. Con la clara intención de desequilibrarme, (Perfil) había adoptado la práctica de hostigamiento de llamarme todos los días para contarme qué iban a publicar al día siguiente. Y cuando me anunciaron que iban a hablar de mi cuenta en Suiza, yo mismo lo aborté. Porque en la Argentina, tener una cuenta en Suiza es como que te den un diploma de corrupto. Parece que fueron a pedir información al Credit Suisse sobre mi cuenta y ellos, como lo hacen siempre, se la negaron. Entonces creyeron que estaban “los millones de Arlequín”. Lo que pasó fue que el Credit Suisse me llamó y, en un acto discriminatorio que tengo ganas de denunciar a la Corte Europea de derechos Humanos, decidieron cerrarme la cuenta porque deben haber pensado “este sudaca que tiene dos pesos encima nos va a traer problemas”. La realidad es que es una cuenta que tenía desde hace 25 años, de cuando era funcionario internacional. Y siempre tuvo una suma más o menos fija, unos 30 mil dólares que se engrosaron con algunos reembolsos de pasajes que recibí de viajes, y quedó ahí. Después, en 2009, tuvo un depósito “millonario” de 70 mil dólares del Premio Estocolmo de Criminología –algo así como el Nobel del Derecho Penal-. Y eso es todo. Así que esa maniobra, que después hilvané que estaba ligada a la otra, la desbaraté.
 
Como alquilarle departamentos a prostitutas no constituye un delito, el argumento del ataque es que usted debería cuidarse más que nadie por ser juez de la Corte Suprema.
La verdad es que no quiero hablar más del tema. Lo único que puedo decir es que yo vivo como siempre, como toda mi vida. ¿De qué me voy a cuidar? ¿De cometer delitos que nunca cometí? No tengo nada de qué cuidarme.
 
Volviendo al tema de la reforma constitucional para avanzar hacia un sistema parlamentario, ¿qué implica este cambio?
Aclaremos una cosa en primer lugar: yo no estoy proponiendo esto ahora, en octubre de 2011. Es una idea que tengo hace 20 años, que vengo diciendo cada vez que me lo preguntan y que he escrito en artículos de medios de acá y del mundo, por ejemplo, en Le Monde Diplomatique. Y no tiene absolutamente nada que ver con el Gobierno actual ni con el partido oficial. Es mi postura personal, que se vio reforzada a partir de lo sucedido en 2001. Creo que toda América Latina ha avanzado en función de movimientos populistas que fueron abriendo el espacio de ciudadanía real y hemos tenido regresiones en función de fuerzas que, con una crueldad absolutamente insólita e injustificable por más defectos que pudiera tener este proceso, han operado para detenerlo. Hoy, sobre todo en un país en el que no necesitamos una modificación estructural tan enorme -como puede ser Bolivia, por ejemplo-, creo que llega la hora de tener que generar redes de aseguramiento institucional que nos impidan, o por lo menos que dificulten, regresiones de esa naturaleza. Me parece que el sistema presidencialista en el mundo ya esta casi agotado y hoy nos damos cuenta de que Estados Unidos, que es el modelo que siempre se nos puso como ejemplo, no funciona. Un Poder Ejecutivo fuerte con minoría en el Congreso deja de serlo.
 
¿Es una debilidad un sistema en el que todo quede en manos de un líder?
Sin duda. Un sistema que depende de una persona es irracional. Primero porque una persona puede tener todas las virtudes, pero también tendrá todos los defectos que tenemos todos los seres humanos. Y segundo porque los líderes no vienen en lata. Salen dos o tres por siglo, con suerte. Estar dependiendo de la salud física y psíquica de una persona me parece peligroso, sobre todo en un sistema presidencialista que no permite o no facilita la superación de las crisis políticas. Porque nunca se está exento de elegir un gobernante inútil. Pero si hay que cambiar a un gobernante inútil en un sistema parlamentario, eso es una crisis política, pero si hay que cambiarlo en uno  presidencialista, eso es una crisis de sistema. Y, por otra parte, no es cierto que el presidencialismo dé lugar a ejecutivos fuertes. Yo creo que hoy (Barack) Obama pide un café y no se lo traen…
 
¿A qué adjudica usted entonces este ataque tan tajante de la oposición a debatir sobre esto?
Estamos en medio de la campaña electoral. Y ese nunca es un buen momento para debatir. Pero espero que después de las elecciones se pueda dar esa discusión, porque creo que el sistema que tenemos empieza a mostrar sus fuertes defectos y, si bien no creo que sea hoy, me aterra la posibilidad de que volvamos a tener una situación como la de 2001. Entonces, hay que empezar a debatirlo porque una reforma constitucional hecha por un partido y con la oposición de los restantes está condenada al fracaso. Para dar este paso, se requiere de un gran acuerdo de todas las fuerzas políticas.

¿Por qué se asimila esa reforma con una puerta a la reelección indefinida?
Sinceramente, no lo sé. Como dije, creo que es porque estamos en medio de una campaña electoral. En rigor, no hay nada que vaya por ese lado. Por el contrario, con un sistema parlamentario se terminaría la re-re-re, porque si bien es cierto que en este sistema un jefe de gobierno puede durar muchos años, eso no lo convierte en un dictador. Podemos dar como ejemplos a Churchill o Felipe González, que estuvieron muchos años pero nadie diría que fueron dictadores. Es un sistema con otro equilibrio de poderes, que funciona con pesos y contrapesos: es real que el Ejecutivo casi siempre cuenta con mayoría parlamentaria, pero también tiene mayores controles.
 
¿Cuáles son los grandes debates jurídicos que Argentina todavía se debe?
Tenemos problemas estructurales e institucionales que hay que resolver. En mi opinión, hay dos reformas grandes y fundamentales. Por un lado, habría que replantear todo nuestro sistema impositivo, que es sumamente injusto porque está asentado sobre el consumo.  Y, por otro, hay que resolver algo que ya está planteado desde hace 160 años, pero en lo que todavía no podemos ponernos de acuerdo, que es cómo se reparten los impuestos entre el Estado Federal y las provincias. Y tercero, hay que revisar toda nuestra legislación penal porque nos hemos quedado sin Código. Lo han destrozado.
Hoy no tenemos Código Penal, sino un pandemonium de disposiciones cruzadas, incoherentes e imprecisas. La legislación penal requiere no sólo legalidad sino de precisión en la legalidad. Es decir, letra clara. Y hoy no lo tenemos y por eso estamos ante el absurdo de que vale más la propiedad que la vida. No hay seguridad jurídica en materia penal y el Congreso ha violado la Constitución destruyendo el Código. Porque lo que la Carta Magna le dice al Congreso no es que puede legislar en materia penal, sino que debe dictar un Código Penal. Y un Código es una ley orgánica, clara y sistemática.
 
Dos de los debates que se vienen son la despenalización de la tenencia y consumo de marihuana y del aborto, ¿cuál es su opinión?
Penar la tenencia y el consumo de tóxicos prohibidos es directamente inconstitucional. Además de absolutamente hipócrita. Es una manera de hacer estadística tratando de mostrar eficacia cuando en realidad lo único que se hace es llenar de papeles los juzgados, molestar gente y distraer recursos y atención que tienen que orientarse hacia la represión del tráfico. Y en cuanto al aborto, necesitamos un debate en serio. Esto quiere decir, estudiar el tema sacándose de encima todos los prejuicios. Estamos todos de acuerdo en que hay que defender la vida, intrauterina y extrauterina. Pero el problema es cómo. Y en el cómo no hay dogma, sino realidad. Y la realidad del aborto en nuestro país es que la clase media aborta en condiciones asépticas y las clases bajas, como no pueden pagar el aborto seguro, mueren. Entonces, o lo encaramos en serio y sin hipocresía o dejamos que se sigan muriendo mujeres por abortar en condiciones no asépticas. Y ante un fenómeno, porque las cifras indican que el aborto en la Argentina no es una excepción sino un fenómeno, lo que hay que hacer es ver cómo se previene. Y en eso, el Código Penal no sirve para nada.
 
¿Cómo se garantiza que la ley se cumpla cuando aún hoy médicos y jueces objetan conciencia para aplicar, por ejemplo, el aborto no punible, que existe desde 1921?
Un juez no puede objetar conciencia. Pero el aborto no punible directamente no tiene por qué llegar a un juez. Eso ha pasado porque se ha querido procesar a los médicos por aplicar la ley, entonces son los médicos los que se niegan a hacerlo sin la autorización de un juez. Pero, legalmente, a mí como juez no me van a pedir autorización para algo que dice la ley. Hay que cumplirla y punto. Para eso no se necesita el dictamen de un juez.
 
¿Qué opina de las agresiones que sufrió el presidente de la Corte, Ricardo Lorenzetti, en la presentación de su libro sobre Derechos Humanos por parte de familiares de militares que están siendo juzgados por crímenes de lesa humanidad?
Fue un episodio lamentable, sin duda. Pero, como todo, tiene dos caras. Y una de esas caras indica que la Argentina avanza, porque si nosotros hubiésemos hecho lo mismo cuando los parientes de los que gritaban estaban en el poder, habríamos terminado en el baúl de un Falcon verde. En cambio, hoy ellos lo hicieron y no pasó nada. Eso es un claro avance.
 
¿Cree que ese sector representa a una parte importante de la sociedad argentina o son resabios?
Son resabios que no responden a un sector amplio ni fuerte de la opinión pública. Son absolutamente minoritarios. Nuestra dictadura militar terminó en un enorme desprestigio y fracaso. Ni siquiera fue como en Chile, donde conservó apoyo de la sociedad. Acá, por suerte, eso no pasó y hay consenso en que es una época que no se va a volver a repetir en la Argentina. No digo que no vamos a tener problemas, pero eso no va a volver a pasar.
 
¿Cómo se ve el proceso de juzgamiento de los militares responsables de delitos de lesa humanidad en el mundo?
Es algo absolutamente inédito lo que estamos haciendo en la Argentina. Porque no hay antecedentes de esto. Y en lo personal, es algo que yo, que desde siempre he dicho que las leyes de Obediencia Debida y Punto Final eran inconstitucionales y que estuve en contra de las amnistías y de los decretos de “Méndez” (se ríe), nunca imaginé que esto era posible. Es una grata sorpresa de esta Argentina.
 
¿Qué otras cosas lo sorprenden gratamente de esta Argentina?
Bueno, creo que hay una Argentina año verde: toda una dinámica de nuestra cultura que ha dado un salto muy, muy sorprendente. Creo que se nos ha abierto la cabeza bastante y estamos tomando conciencia clara de que somos América Latina y dejando atrás eso de que somos los dueños del último refresco del desierto. Estoy viendo un proceso cultural que va más allá de lo político, de las decisiones. Es algo que me sorprende muy gratamente y que pensé que nunca iba a ver.
 
A propósito de la militancia, ¿está en sus planes un futuro pase a la política?
De momento no tengo ningún plan concreto para eso. No me autoinhabilito.

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